Negra ambición by Gordon Lumas

Negra ambición by Gordon Lumas

autor:Gordon Lumas
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
publicado: 2000-12-31T23:00:00+00:00


CAPITULO VII

Santa Fe no era aún lo que todo el mundo vaticinaba que sería cuando el ferrocarril llegara hasta la ciudad, pero ya sus dimensiones anunciaban que era una población que luchaba por cobrar importancia.

Los tres llegaron a ella al amanecer, derrengados, con las ropas convertidas en jirones, cubiertos de sangre y polvo.

De haber llegado cuando las calles bullían de animación, se presencia hubiera sido todo un acontecimiento.

Entonces, el único que dio un brinco al verles fue el soñoliento empleado del hotel, despertado bruscamente por aquellos tres personajes que parecían salidos de la tumba.

—Dos cuartos —barbotó Mark—. Y que no nos despierten hasta dentro de una semana por lo menos...

—Este..., sí, claro..., una semana...

—¿Qué le pasa?

—Yo... nada. Dos habitaciones, seguro...

—Andando.

Subieron al piso casi a rastras. El empleado abrió dos habitaciones contiguas.

Maureen entró en la primera y volviéndose trató de decir algo, pero desistió y cerró la puerta.

—Recuérdelo, al primero que nos despierte con cualquier ruido le volaré la cabeza. ¿Está claro?

—Descuide...

Mark cerró la puerta en las narices del hombre, que trotó de vuelta a su puesto todavía estupefacto, pero rabiando por saber la historia de aquellos tres cadáveres vivientes.

Cuando se hubo alejado, Mark abrió la puerta y atisbo el oscuro pasillo. Llamó suavemente a la habitación de Maureen y susurró:

—Abra la puerta, preciosa.

La muchacha abrió y le miró iracunda.

—¿Qué le pasa ahora?

—Hable bajo, maldita sea. Venga conmigo.

Ella se había quitado el vestido, o lo que quedaba de él. y ahora lo sostenía con las dos manos cubriéndose a medias.

—¿Adónde? —balbuceó.

—A la otra habitación.

Desconcertada, le siguió. Mark cerró la puerta y murmuró:

—Va a pasar la noche aquí, preciosa.

—¿Qué?

—Ya lo oyó. Alguien tiene mucho interés en asistir a su entierro, ¿no es cierto? Bueno, cuando sepa que su primer intento falló lo intentará otra vez. Aquí estará segura.

—Pero estoy cayéndome de sueño y de cansancio...

—¿Y qué con eso? Nadie le impide dormir.

—¿Con ustedes dos?

Mark soltó un quejido.

—Puede alternar la cama con uno tras otro, ¿eh? No sea estúpida... Rocky se ha dormido como un niño en cuanto ha tocado las sábanas, y ni siquiera se desvistió. Usted dormirá a su lado tan segura como si estuviera junto a una estatua de madera.

—Sí, bueno, pero... ¿Y usted?

El sacudió la cabeza.

—En otra ocasión no respondería de mí —gruñó—, pero esta noche estoy hecho cisco...; no podría ni tocarle el cabello aún deseándolo.

—¿Y no lo desea?

—No.

—Maldito si le creo.

—Mire, preciosa, acercarse a usted es como acercarse a una gata salvaje, así que acuéstese y cierre el pico.

—¿Dónde va a dormir usted?

—He preparado una manta en el suelo. Estoy acostumbrado a dormir encima de un cacto, ¿sabe?

—Está bien, pero... no mire.

Mark soltó un bufido. Fue a la puerta y la cerró con llave. Luego, tomó una silla y la encajó bajo el tirador. Si alguien quería entrar haría el suficiente ruido como para despertar a un muerto.

Tras esto se volvió. La muchacha se había metido en la cama, sosteniéndose en el mismo borde de ella para quedar lo más apartada posible del inconsciente Rocky, que respiraba pesadamente.



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